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¡A organizarnos!

Número 24, Año 5, febrero - marzo, 2018




En todo el país la clase trabajadora tiene que sufrir los embates por los que avanza la economía mundial y la despreocupación de quienes deciden cómo se mueve el capital. En este sentido vemos cómo suben los precios de aquello necesario para sobrevivir; ni hablar de que nos alcance para una vida digna. Sexenio tras sexenio las promesas electorales van desde la estabilización de la economía nacional hasta la disminución de los precios de la canasta básica. Tan solo entre 2012 y 2016 el precio de la canasta alimenticia subió de $160.86 a $218.06. En cambio, los salarios sólo aumentaron de $62.33 a $73.04. Hoy, el salario mínimo es de $88.36. Esto quiere decir que una familia tiene que ganar al menos 3 salarios mínimos diarios solamente para comprar sus alimentos, sin tomar en cuenta otros gastos como vivienda, transporte y servicios.

Sin embargo, el número de personas que ganan 3 salarios mínimos o más, se ha reducido 2.8% durante el gobierno de Peña Nieto. En pocas palabras, cada vez hay más personas que no ganan ni siquiera lo necesario para comer. Los únicos que se han beneficiado con esta situación son los empresarios, pues los trabajadores producen mucha riqueza a cambio de un salario miserable.

Lo que sucede con la gran masa de nuestro país no se puede obviar, ni mucho menos voltear para otro lado o en dado caso decir que las cosas son así y siempre lo serán,  pues aunque  la lógica siga siendo la misma, el beneficio de unos cuantos y las grandes masas explotadas y oprimidas, para este fin se requiere seguir agudizado la condición de precariedad de la mayoría, es decir, siempre puede empeorar. Por ello no es casualidad que las Reformas aprobadas en este sexenio estuvieran pensadas en el interés empresarial y de pasada, quitando derechos sociales.

Cuando terminó el sexenio de Felipe Calderón y empezó el de Peña Nieto, los partidos firmaron el Pacto por México y aprobaron muchas reformas estructurales, según ellos, para bien del país.


Estas decisiones políticas no han beneficiado al conjunto, ni cambiará hacia futuro y más bien se entrelazan con la situación económica, que sigue agudizándose. Por mencionar un ejemplo relevante, entre 2012 y 2017, la deuda externa del país pasó de 125.726 mil millones de dólares a 183.183 mil millones de dólares, es decir, aumentó 45.7%. En promedio, la deuda total del país ha crecido casi 3 mil millones de pesos diarios durante el sexenio de Peña, y a principios de este año representaba el 47.4% de toda la riqueza que se produce en el país.

En diciembre de 2012, un dólar costaba en promedio $12.87. El día de hoy, el dólar cuesta en promedio $19.00, pero ha llegado a costar hasta $21.93. Esto quiere decir que el peso se ha devaluado 40.86% durante el sexenio de Peña Nieto. Cuando empezó el sexenio, la inflación era de 3.57%. Hoy la inflación es de 6.63%.

Esta radiografía de la situación de nuestro país, se manifiesta en la población en forma de rabia cuando a nuestros hijos no les podemos comprar lo necesario para la escuela, cuando nuestro medio de transporte tiene deficiencias porque no se invierte lo necesario de nuestros impuestos porque lo despilfarran los de arriba, cuando tenemos un automóvil para llegar a nuestro trabajo o es el medio para transportar nuestras mercancías pero resulta que todos los días sube la gasolina, cuando estamos o está enfermo alguien de la familia, las medicinas y servicio médico son tan caros que empeora la enfermedad porque nuestra economía no alcanza. La rabia está cuando una comunidad entera es expulsada de su territorio para que una industria trasnacional se instale para saquear sólo con el propósito de obtener ganancias, sin ninguna medida que garantice la reproducción del entorno natural y de las poblaciones humanas.

Los golpes del capitalismo son cada vez más fuertes en todos los lugares con sus megaproyectos. Es el caso de esta comunidad de la Magdalena Contreras (a la que va dirigida esta información); en años pasados se utilizó la fuerza para imponer la llamada Supervía, y no escucharon las demandas vecinales, echaron a gente de sus casas, destruyeron entornos naturales, y todo para responder al interés de un puñado de magnates que viven en Santa fe porque ellos tienen el capital para imponer este tipo de obras a toda una comunidad. Por otro lado, en tiempos más recientes, en el mes de septiembre en el pueblo de San Bernabé se dañó una secundaria por el temblor que sacudió el centro del país, los daños fueron irreparables y la escuela quedó inhabilitada. Ningún estudiante, maestros, ni trabajadores de la escuela salieron heridos, pero han enfrentado actualmente el desinterés del gobierno por solucionar el problema de tener un espacio educativo idóneo, tras un mes y medio de demandas se les respondió con una solución paliativa. Ahora bien, en el caso de las escuelas particulares que se vieron afectadas, la movilidad del gobierno fue casi inmediata; el ejemplo más visible es el Tecnológico de Monterrey que pudo brindar sus servicios al iniciar el mes de octubre. Y así, muchos casos más de escuelas particulares.

Mientras en San Bernabé al inicio de diciembre se inició la demolición de la secundaria. Es decir que la reconstrucción va para largo. Es necesario que la comunidad se haga consciente de esta problemática y no nos callemos más. Que la escuela se reconstruya en un mínimo de tiempo para que se garantice el ciclo escolar, y sobre los estudiantes no pese esa pérdida al no tener un año de aprendizajes y enseñanzas que después se los cobre un examen único al bachillerato.

Nuestra opción es comenzar lazos comunitarios que tejan una lucha en contra de la injusticia, porque si nuestro grito es aislado no se va escuchar, pero si nos organizamos la fuerza social siempre será más potente que el de las minorías. El llamado es a organizarnos.


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