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Resistir al Covid19, una luz para otear el mañana

Número 43, Año 7, mayo 2020


El Covid19 ha mostrado muchas de las caras más cruentas del capitalismo neoliberal, pero también ha permitido ver otras opciones, poner sobre la mesa la necesidad de otro modo de vivir en sociedad, uno que ponga en el centro la salud y la vida, y no las ganancias y la muerte.


En estos tiempos, cuando la incertidumbre se apodera de nosotros, tanto de los que se quedan en casa como de los que deben salir para buscar el sustento, hemos visto lo que siempre ha estado ahí, oculto bajo el ajetreo cotidiano o el ruido de medios de comunicación: la enfermedad, la pobreza, lo terrible del trabajo precarizado que reina campante, millones de trabajadores sin derechos y sin techo, millones más desempleados, un sistema de salud que no alcanza hoy porque desde hace décadas lo han destruido, grandes patrones a los que sólo importan sus bolsillos, otros tantos que sólo dan las migajas de sus enormes ganancias para curar su conciencia, gobiernos que hacen como que no entienden que son momentos de definiciones y que es imposible gobernar para ricos y pobres, etc.


Desde arriba nos han dicho que debemos enfrentar la pandemia aislados, el encierro ha sido la única opción ante un sistema de salud incapaz. Los llamados a la solidaridad y la responsabilidad social se repiten noche tras noche, y por desgracia muchas veces caen en oídos sordos. Los poderosos tienen la responsabilidad, han construido una sociedad donde el individualismo se promueve y la competencia se festeja, nos han mentido tantas veces que ahora es difícil creer cuando anuncian la gravedad de la situación. Si abajo hay individualismo e incredulidad, es en gran medida porque desde arriba tienen décadas gobernando con la mentira y promoviendo una vida individualista y competitiva en la que sólo importa pasar sobre los demás para alcanzar eso que llaman el éxito.


Sin embargo, acá abajo hay otras formas para hacer frente a la adversidad, formas que nacen desde el quehacer colectivo y solidario de los que debemos juntarnos para vivir. Veamos algunos ejemplos.


En la ciudad de México, entre la inseguridad, la pobreza y los márgenes urbanos existen comunidades que se organizan y enfrentan juntos sin fin de problemas, primero obtener un techo donde resguardarse, más adelante construir una vida digna, nos referimos a las comunidades de la Organización Popular Francisco Villa de Izquierda Independiente (OPFVII), donde hombres y mujeres, sobre todo mujeres, viven y construyen un modo más humano para enfrentar la pandemia. Han organizado charlas informativas, comedores comunitarios, programas de radio para concientizar, asambleas para decidir etc., nada nuevo para ellos y ellas, sólo han hecho lo que llevan décadas haciendo, organizarse y luchar.


En la misma Ciudad de México, pero en coordenadas diferentes, las y los trabajadores de la UAM, combatiendo la precarización laboral y mostrando que la solidaridad también es una materia universitaria, han organizado colectas económicas para apoyar a quienes en esta cuarentena se han quedado sin un empleo o sin recursos para el día a día, son trabajadoras y trabajadores que en años recientes enfrentaron los oídos sordos del gobierno en turno y luchan por mejorar sus condiciones de trabajo y por un proyecto de universidad que realmente esté al servicio del pueblo.


Por otro lado, fuera de las grandes ciudades, en las comunidades y pueblos del Congreso Nacional Indígena (CNI) también se ensayan formas colectivas para enfrentar la pandemia, al fin y al cabo en sobrevivir a todo, ellos, los pueblos originarios, son maestros.


En Amilcingo, Morelos, la tierra de Samir Flores y de la resistencia contra el Proyecto Integral Morelos (PIM), la asamblea comunitaria, padres de familia y maestros de las escuelas, el colectivo de Radio Amilcingo, junto con los estudiantes de la normal rural de la comunidad y en general los pobladores, participan en tareas de limpieza y organizan mecanismos para surtir de alimentos básicos a todo el que lo necesite. Cuidar la salud es una tarea colectiva, como de por sí es la resistencia en la tierra de Zapata.


En Ostula, comunidad nahua de la costa michoacana, también perteneciente al CNI, los pobladores organizados ya desde hace años para defender sus tierras y protegerse de los grupos delincuenciales, legales e ilegales, acuerdan medidas para enfrentar la pandemia de Covid19. La Policía Comunitaria, que responde a la asamblea de la comunidad, establece un cerco sanitario que les ha permitido resguardarse. En esta comunidad los pobladores acordaron sumarse a las medidas de Sana Distancia, pero lo hicieron desde su asamblea comunitaria, definieron la suspensión de reuniones y fiestas religiosas y civiles, no sin antes comunicarnos:


“Estimados compañeras y compañeros, nos pusimos a reflexionar que es necesario obedecer, no por miedo, sino por deber de conciencia, la obediencia es justicia y nuestra comunidad exige justicia, no debemos pues desobedecer, ya que el pueblo manda obedeciendo”

A estos ejemplos se suman las comunidades zapatistas en Chiapas, que desde inicios de la pandemia tomaron las medidas pertinentes, cerraron Caracoles y Centros de Resistencia Autónoma y Rebeldía Zapatista para protegerse y enfrentar de mejor forma la emergencia sanitaria, para ello cuentan con una amplia disciplina y con una gran experiencia sobreviviendo y luchando organizados.


Estos ejemplos, en el campo y la ciudad, son una pequeña muestra de las muchas caras que toma la resistencia desde abajo y a la izquierda, la solidaridad que vence al egoísmo, la resistencia contra la enfermedad y la muerte que el capitalismo promueve, la lucha por la vida que se hace en colectivo y organizados. Sirvan pues estos ejemplos sólo como una luz para otear el mañana.




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