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Racismo y Tren Maya

Actualizado: 5 jul 2020

Número 44, Año 7, junio 2020


En días recientes el #RacismoEnMéxico fue tema de conversación en las redes sociales. A propósito de las movilizaciones en los EE.UU. que han exigido justicia para George Floyd quien fue asesinado a manos de la policía de Minnesota, se posicionó el tema del racismo y su necesaria erradicación. En el marco de dicha conversación en redes desde nuestra página de Facebook difundimos el siguiente mensaje:


“#RacismoEnMéxico es creer que los pueblos indios del sureste de México no saben lo que es mejor para ellos y por eso se justifica imponerles proyectos de desarrollo. #NoalTrenMaya #NoAlRacismo

Tras su difusión algunas personas centraron su atención en la frase “pueblos indios” señalando en ella un carácter racista, otros comentarios, los menos, señalaban que el Tren Maya traería beneficios. A continuación planteamos algunos puntos a modo de respuestas tentativas a dichos comentarios, la intención como siempre es contribuir al debate político popular, con miras a fortalecer la conciencia de los de abajo, la inmensa mayoría que somos.


1.- El post comentado pretende llamar la atención sobre la imposición de diversos megaproyectos de infraestructura como el Tren Maya y el Corredor Transístmico. Decimos que se trata de imposiciones principalmente porque los pueblos y comunidades afectados no han sido escuchados, y porque no fueron ellos quienes planearon dichos proyectos. La alternativa que se les presentó fue “tren si o tren no”, las comunidades no participaron en la elaboración de dicha alternativa.


Las supuestas consultas al respecto han carecido, no ya digamos de la legitimidad necesaria, sino de la mínima legalidad requerida por los marcos normativos nacionales e internacionales, debido a esto último ya se abren paso algunos amparos promovidos por organizaciones y comunidades que han optado por desplegar la lucha en todos los terrenos, el de la difusión de información, de la discusión pública, la promoción de juicios de amparo, la movilización política.

Desde el incumplimiento de los requisitos legales hasta la poquísima participación en las mismas, los señalamientos sobre las carencias en las consultas realizadas abundan. Los han realizado comunidades originarias, organizaciones civiles y políticas, académicos, centros de estudio e investigaciones oficiales, la misma ONU, etc. Que vea quien quiera ver, quien escuche quien quiera escuchar.


2.- El debate sobre este tipo de proyectos debe abrirse, y para ello la información es fundamental. Sobre el Tren Maya en particular hasta ahora existe poca y dispersa información. La que ha estado disponible en las comunidades afectadas difícilmente podría llamarse así, antes bien es propaganda para hablar de los beneficios que traería el Tren sin mencionar los perjuicios.


Es un problema que desde el poder ejecutivo se insista en afirmar que es sólo un tren que “pasará por las vías ya hechas”, cuando en realidad las experiencias históricas, la poca información pública y las declaraciones de funcionarios federales, hablan de un megaproyecto de reordenamiento territorial a gran escala que pretende promover, no ya digamos la industria estratégica nacional, sino el gran turismo, el almacenamiento y circulación de mercancías, la instauración de maquilas y manufacturas asociadas a las empresas extractivistas, etc. Se trata de un proyecto planeado desde hace décadas, anhelado por gobiernos pasados y por grandes empresas nacionales y trasnacionales.


La responsabilidad de ofrecer información pertinente, ordenada, clara, objetiva y por vías culturalmente adecuadas es del Estado mexicano, no de las organizaciones o comunidades que se oponen a este tipo de megaproyectos. Hasta ahora no existe una versión pública, y así lo han reconocido las instancias gubernamentales involucradas, del Proyecto Ejecutivo del Tren Maya, ni la Manifestación de Impacto Ambiental general del proyecto. Existen eso sí, estudios preliminares, dispersos y parciales, sobre las implicaciones económicas y comerciales que traería el Tren, en particular el balance costo beneficio y las posibilidades de transportación de mercancías y turistas.


Ojalá el Tren Maya y los demás megaproyectos anunciados trajeran beneficios para las poblaciones, sin embargo la historia reciente de nuestro país y de otros países en el mundo, indica todo lo contrario. Estos proyectos suelen traer allí donde se ejecutan males como: contaminación de todo tipo, pobreza, desempleo y empleos precarios, violencias múltiples, tráfico de drogas y personas, etc.


3.- ¿Podemos acusar a las comunidades y pueblos que se oponen al Tren Maya de no querer “mejorar su situación y querer seguir en la marginación”? si atendemos a la historia y la información puesta sobre la mesa, todo indica que no.


Desde las comunidades y pueblos son claros. Ellos quieren mejorar sus condiciones de vida, más y mejor educación, mejores centros de salud, mejores carreteras y vías de comunicación, electricidad en sus hogares, empleos dignos y bien pagados, apoyos reales a la producción agrícola, acceso a mejores condiciones de vida en general. Y quieren todo lo anterior, como los mexicanos en general, sin que ello signifique dejar de ser como son, sin que ello signifique dejar sus tierras, cambiar sus modos de autogobernarse o tomar decisiones en colectivo, sin que ello mate su cultura, sin perder sus modos de vida.


Son las comunidades y pueblos quienes deben definir qué tipo de desarrollo quieren, cómo construirlo y cómo no. Hasta ahora no son pocas las comunidades que han avanzado en ello, tienen y mantienen proyectos económicos y políticos con diversos grados de autonomía y autogestión que les han posibilitado mejorar sus condiciones de vida. Es un error terrible, o quizá más que un error, no voltear a ver y escuchar estas alternativas.


4.-Afirman algunos que las inversiones son necesarias para mejorar las condiciones de vida de las poblaciones. Sin embargo, olvidan que de parte de los gobiernos el dinero siempre ha llegado a las comunidades, pero nunca para beneficio de ellas, siempre para comprar votos y hacerse propaganda, para hacer obras sin sentido y utilidad, para desarrollar proyectos extractivistas, productivos o comerciales que dejan las ganancias en las empresas de siempre. Por ejemplo, en Chiapas el gasto social “[…] ha crecido de forma sostenida; al 2014, 6.3% del gasto social de todo México se destinó a la entidad, por lo que el ramo 33 representó 48.1% de los recursos totales ejercidos por el gobierno del estado durante el año señalado” (Nuñez Medina, “Gasto social y pobreza en municipios de Chiapas, un análisis de datos panel espacial”, INEGI). Sin que ello haya evitado que sea uno de los estados más pobres según mediciones oficiales.


El problema no es de falta de inversiones, o no sólo, los datos lo muestran. El problema es para qué se invierte el dinero, dónde, quiénes deciden, cómo lo hacen, etc. Hasta ahora las decisiones han estado en el gobierno, no en los pueblos, ese es el fundamento del racismo, niega al otro la cualidad de sujeto de su propia vida, de su propia historia. Hasta ahora las obras del Tren Maya se han adjudicado a los grandes corporativos de siempre, empresas como Mota Engil y Grupo Carso se han enriquecido con múltiples obras públicas a lo largo de los años y todo indica lo seguirán haciendo.


Existen múltiples espacios en los que pueblos y comunidades que se oponen al Tren Maya han hablado, invitamos a escucharlos. Algunos de estos espacios los pueden encontrar acá: https://www.rompeviento.tv/tag/tren-maya/; https://hablanlospueblos.org/ ; https://www.congresonacionalindigena.org/




5.- Sobre el supuesto racismo del término “pueblos indios” les comentamos que decidimos usarlo porque en muchos casos los mismos pueblos y sus organizaciones así se han llamado. Desde las comunidades zapatistas del EZLN en Chiapas, pasando por organizaciones internacionales como la Agencia Internacional de Prensa India, hasta intelectuales como Pablo González Casanova o Héctor Díaz Polanco.


La discusión al respecto de los usos del lenguaje, sus connotaciones y polisemias, así como el papel del enunciador, el receptor y el ambiente en el que se generan son amplias. Al respecto sólo conviene, por ahora, preguntarnos si ¿es racista decir “pueblos indios”? o por otro lado ¿es racista adjudicar a dicha frase un carácter racista? Dejemos por ahora ese camino planteado.


Por último aceptamos que el uso de los términos “indio”, “indígena” u “originarios” ofrecen, todos, un amplio debate, habrá que darlo. Por un lado reconocer que el término “indio” es en perspectiva histórica una imposición del conquistador, que con él metió a variados pueblos y sociedades en un mismo saco, pero también ha sido el término de identificación colectiva que les ha permitido sobrevivir y dar la batalla contra el racismo y la imposición. El término “indígena” ha nutrido décadas de políticas estatales de cooptación, conquista, colonización interna e integración subordinada, pero asimismo ha funcionado para que muchos pueblos y comunidades se reconozcan en su unidad y diferencia, etc. Las nociones de “pueblos originarios” o incluso la ya vieja noción de “indianismo” más propia del mundo andino, también ofrecen perspectivas interesantes.


Insistimos, habrá que dar el debate. Para ello invitamos a la lectura de algunos materiales que pueden encontrar en las siguientes ligas:



Reiteramos la invitación a revisar los materiales, a consultar otros, a nutrir el debate. Por ahora insistimos en que las comunidades, llámense indias, indígenas u originarias, no requieren el reconocimiento de nadie, menos de quienes esto escribimos para existir, luchar, organizarse, hablar, escuchar y vivir, ese es el asunto.


Los pueblos indios no necesitamos que nadie reconozca capacidades que todo pueblo, por el hecho de serlo posee y disfruta, como lo hemos demostrado en la historia de nuestras luchas, movimientos y rebeliones...” [Fragmento] Diálogos de San Andrés, diciembre de 1995.


 

Puedes escuchar este y otros artículos en nuestro podcast de #PeriodicoElTorito:






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