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(Parte 2)América Latina hoy, algunas claves de interpretación

Número 38, Año 6, Noviembre, 2019

“Porque esta gran humanidad ha dicho: ¡Basta! y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia […]” Segunda Declaración dela Habana, 1962.


3.- No hay rayo en cielo sereno. Historia reciente de América Latina, el neoliberalismo y las respuestas populares. Cuando en la televisión o las redes sociales aparecen las movilizaciones populares, las marchas, los escudos improvisados y las piedras del lado de los pueblos; los rifles de asalto, bombas lacrimógenas y las tanquetas de gases del lado de policías y militares; allá arriba se rasgan las vestiduras, no entienden, o hacen como que no entienden, que no hay rayo en cielo sereno, olvidan, o intentan que olvidemos, la historia de lucha y resistencia de los pueblos latinoamericanos. La década de los ochenta del siglo XX fue un periodo de transición. A escala global llegó a su fin la llamada Guerra Fría con la derrota del proyecto de construcción socialista en Europa del Este y la Ex URSS. Esto representó el triunfo de los EEUU y su proyecto imperialista, el capital entró en una nueva etapa de expansión, de ataque sistemático contra los derechos sociales, contra los pueblos y los trabajadores. En América Latina fue la época de la transición democrática y el periodo de implantación de las políticas neoliberales y de las primeras expresiones de la crisis económica en la región. Se trató de una época que marcó, por una parte, la derrota histórica de la izquierda revolucionaria y, por otra, el nacimiento de nuevos sujetos populares que entablaron la lucha contra el neoliberalismo y sus consecuencias, desde los movimientos indígenas hasta los sectores populares marginales y precarizados, en este amanecer de los pueblos latinoamericanos jugaron un papel fundamental en 1989 la sublevación popular de los barrios de Caracas en Venezuela, y en 1994 el levantamiento zapatista de los pueblos mayas del surtes mexicano. Tras las derrotas fue hasta fines del siglo XX que los pueblos latinoamericanos y sus organizaciones sociales y políticas de izquierda lograron triunfos populares que establecieron nuevos escenarios, abrieron espacios para la reorganización política y la recuperación o establecimiento de derechos sociales. De la mano de estos procesos de movilización popular llegaron al gobierno Hugo Chávez en Venezuela en 1998; Luiz Inácio Lula Da Silva en 2002 en Brasil; Néstor Kirchner en Argentina en 2003; Evo Morales en Bolivia en 2005; Rafael Correa en 2006 en Ecuador, por mencionar los casos más emblemáticos. 4.- Los progresismos latinoamericanos. Cada uno de estos triunfos electorales y gobiernos progresistas se fundaron sobre escenarios de lucha de clases concretos. Podríamos ubicar dos grandes bloques. Por un lado aquellos que surgen del quiebre de la normalidad burguesa, se trató de fuerzas de izquierda y populares que se hacen gobierno en el marco de una amplia movilización popular y una agudización de la lucha de clases, así como fruto de la crisis de la institucionalidad democrática neoliberal, estos serían a grandes rasgos los casos de Evo en Bolivia, Chávez en Venezuela y Correa en Ecuador. Por otro lado, existieron los gobiernos progresistas que fueron el resultado de una acumulación de fuerzas sociales que lograron colocarse dentro de la normalidad burguesa, dentro de la institucionalidad de la democracia neoliberal; en este caso se trató de fuerzas de izquierda que fueron poco a poco adaptándose a las reglas del orden institucional vigente, que desdibujaron su programa y cedieron en principios, se corrieron al centro político, alejándose de la izquierda y llegaron al gobierno no gracias a una crisis de la institucionalidad vigente sino para evitarla, aquí se encontrarían los casos de Brasil, Uruguay y el Salvador, principalmente. En términos generales, y prescindiendo del análisis particular que alumbraría diferencias sustanciales, podemos decir que los gobiernos progresistas, por un lado, contribuyeron a reducir los índices de pobreza, dignificaron a sectores sociales excluidos, avanzaron en el establecimiento de derechos sociales y colectivos, distribuyeron la riqueza[1], perfilaron políticas exteriores más independientes y soberanas. Por otro lado, contribuyeron a debilitar la organización popular de base, dividieron a las organizaciones y cooptaron dirigentes, al tiempo que las organizaciones sociales no pudieron solventar el reto de incidir en las políticas gubernamentales al mismo tiempo que mantenían su independencia política. Es justo ahí, donde más fortaleza política hay, donde más organización y combatividad se ha fomentado, donde los gobiernos progresistas y las fuerzas populares mantienen hoy posiciones de fuerza. No podemos dejar de insistir en el papel que los EEUU han desplegado para atacar de forma sistemática tanto a los pueblos latinoamericanos que más han avanzado en procesos de cambio como a los gobiernos progresistas de la región. En ese sentido las declaraciones de Trump sobre eliminar el socialismo de América, los cercos económicos sobre Cuba y Venezuela, el respaldo de la OEA y los EEUU a políticos como Macri o Bolsonaro y el reciente golpe de estado en Bolivia son parte de estos ataques. Un pensador latinoamericano [Frei Betto] resumiría el problema al afirmar que los gobiernos progresistas crearon consumidores pero no formaron ciudadanos, puesto de otra forma, ampliaron la base del consumo y mejoraron las condiciones materiales de las mayorías populares, pero no pusieron la atención debida en la formación política, en la elevación de la conciencia y en la organización de base. Lo anterior sin mencionar los retos mayúsculos que supone avanzar en la transición hacia modos de reproducción social que superen el capitalismo y hacerlo en los marcos de una agresión imperialista como la que viven los pueblos latinoamericanos, o el horizonte de romper el Estado burgués, eliminar a los ejércitos y fuerzas policiales, armar al pueblo y poner el mundo patas arriba. La hora de los pueblos: América Latina hoy. Hemos intentado anotar algunas coordenadas generales para comprender la situación actual de América Latina, sus pueblos y sus luchas. Desde el campo enemigo, las burguesías locales en su ya centenaria subordinación al imperialismo en general y a los EE.UU. en particular, pretenden recuperar el control que habían perdido, saben que la crisis anuncia no sólo destrucción para los pueblos, sino también posibilidades para la acumulación del capital, y pretenden aprovechar las oportunidades. Los nuevos rostros del capital son variados, desde las derechas clericales evangélicas y protestantes, hasta los grupos racistas y xenófobos de raigambre colonial, pasando por sectores juveniles formados por ong´s y asociaciones imperialistas que levantan las banderas de la democracia y la libertad. Las herramientas del ataque son nuevas y no tanto, los golpes blandos con todo su andamiaje de linchamiento mediático y legal, fake news y sometimiento cultural e ideológico, los golpes clásicos que exigen la presencia descarada de los militares en las calles o en los palacios imponiendo o quitando presidentes, sin olvidar la legitimación electoral de todo esto, elecciones y democracias de papel que anulan la voz de los pueblos. La burguesía imperialista tiene su proyecto claro, mantienen el poder e imponen sus condiciones ahí donde pueden, avanzar en el despojo y la explotación es necesario para su supervivencia, el capital es voraz. En el campo popular hoy encontramos nuevos sujetos, en particular las juventudes y los diversos feminismos se suman a la ya larga tradición de resistencia de los pueblos originarios y de las organizaciones obreras combativas. Son estos sectores los que hoy día entablan la lucha contra el proyecto del capital y sus políticas de explotación y despojo. Como hemos intentado dibujar, estos sujetos poseen un acumulado histórico que les dota de experiencia de lucha, en el pasado reciente lograron articular una ofensiva anti neoliberal y hoy día mantienen la resistencia, dicen ya basta y se enfrentan al reto de desplegar nuevas luchas anticapitalistas. Desde abajo y a la izquierda urge la crítica y la autocrítica, sin duda, pero también la acción combativa, la solidaridad y el internacionalismo de clase; urge llamar a las cosas por su nombre, a los golpes de estado, golpes de estado, al capitalismo, capitalismo; urge no olvidar al enemigo y reconocer a los amigos y compañeros de viaje; urge profundizar la formación política siempre atada a las necesidades de la lucha práctica; urge el análisis concreto y detallado de la realidad, sin esquematismos ni voluntarismos; urge voltear la mirada a los pueblos originarios y sus modos otros de vida y resistencia; urge reconocer en las organizaciones de izquierda la experiencia de lucha y la tradición de combate; urge saber convertir cada derrota en victoria; urge convencer a otros, a cientos, a miles, a millones, no podemos erigirnos como vanguardia de los purismos, superiores a quienes no entienden o creemos que no entienden; urge saber que ellos, allá arriba, tienen claros un proyecto y urge construir el nuestro, nos es más difícil, no es más urgente, en ello nos va la vida. ___ [1]Este mejoramiento de las condiciones materiales se basó en la obtención de recursos provenientes de la exportación de materias primas, se incentivó el extractivismo y la primarización de las economías latinoamericanas. La extensión de la minería a cielo abierto, los agronegocios vinculados a la producción de soja y etanol, la exportación de petróleo crudo, etc., generaron enfrentamientos con las comunidades donde estas actividades se llevan a cabo, estas últimas denuncian la destrucción ambiental, la desarticulación del tejido social y del territorio por parte de empresas del Estado.


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