Número 50, Año 8, marzo 2021
I
Peticiones formales, correos solicitando información, quejas ante instancias burocráticas y cartas no bastaron. Asambleas virtuales y paros en escuelas y facultades de la UNAM son ahora la forma de lucha que las autoridades universitarias han dejado como opción a profesoras y profesores que exigen el pago de sus salarios. Nos sumamos a esa exigencia, esa es hoy la batalla a librar y en la que hay que vencer.
La universidad de la nación, esa que sin duda sigue ofreciendo, cada vez menos, espacios para que las hijas y los hijos de los trabajadores accedan a una formación científica, humanista y critica, funciona gracias a sus trabajadoras y trabajadores, dentro de ellos a las y los profesores.
Desde hace años una gran mayoría de docentes dentro de la universidad padecen condiciones precarias para la realización de su trabajo. A la inestabilidad en el empleo, con todo lo que ello supone, y a los bajos salarios, se añaden ahora los pagos incompletos o la falta absoluta de los mismos.
Según datos dados a conocer recientemente por el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Facultad de Economía de la UNAM, el 75% de la planta docente de la universidad está formada por ayudantes de profesor y por profesores de asignatura, esquemas de contratación que mantienen en la inestabilidad laboral a los profesores. Según el CAM, el salario base de éstos ha perdido, entre 2001 y 2019 alrededor de 47% de su poder adquisitivo. Mientras en el 2001 un profesor de asignatura “A” necesitaba laborar 11 hrs. semanales frente a grupo para adquirir la Canasta Alimenticia Recomendable (CAR), para febrero de 2019 debe laborar frente a grupo casi 21hrs.[1]
La realidad laboral de los profesores universitarios no escapa para nada a la realidad de millones de trabajadores en el mundo y en nuestro país. Los bajos salarios, la precarización, las jornadas extenuantes, forman parte de la vieja y nueva normalidad capitalista.
II
Detrás de esta terrible situación existe una serie de problemas estructurales dentro de la universidad, no se trata, como lo han querido hacer ver las autoridades con sus desplegados y comunicados enérgicos, de un problema de mala administración o de errores puntuales, tampoco se trata de que profesoras y profesores de carrera sean el enemigo a vencer. Lo que hay detrás de las pésimas condiciones de trabajo de ayudantes, maestros y maestras es una forma antidemocrática de gobierno universitario, un proyecto antipopular y excluyente de universidad y un modelo neoliberal pro empresarial de la educación. Veamos.
La forma de gobierno dentro de la UNAM no tiene nada que envidiar a los concilios medievales, aun cuando estos últimos podían llegar a ser mucho más diversos, eclécticos y heterodoxos. Veamos, a vuelo de pájaro, cómo funciona el gobierno universitario.
En la oscuridad de los tiempos, cuando se elaboró la Ley Orgánica de la universidad, en los años 40 del siglo XX, el Congreso de la Unión designó a los 15 miembros de la Junta de Gobierno de la universidad. Y esos insignes miembros vieron que era bueno.
Desde entonces el Consejo Universitario, donde por cierto el Rector funge como presidente y donde el poder y mayoría lo tienen los directores de escuelas, facultades e institutos, es decir autoridades, elige a los miembros de la junta de gobierno. Y todos ellos vieron que era bueno y siguieron en su obra.
Ese Consejo Universitario que elige a la Junta de gobierno, como ya dijimos está controlado por directores de escuelas, facultades e institutos, y éstos últimos son designados por la Junta de Gobierno dentro de una terna que define el Rector. A su vez la Junta también designa al Rector, y para ello no tiene ningún protocolo democrático que cumplir ya que la ley sólo la obliga a “explorar de la forma que considere prudente la opinión de los universitarios”[2], la ambigüedad y laxitud hecha norma.
En todo este embrollo lo único cierto es que las autoridades universitarias se eligen entre ellas dejando de lado, en términos reales, a estudiantes y trabajadores administrativos y académicos. Esta estructura antidemocrática ha sido la herramienta fundamental para la implementación de todas las medidas neoliberales dentro de la Universidad.
Un proyecto antipopular y excluyente de universidad es el que ha definido la ruta a seguir en la UNAM. Una universidad para los mejores ha sido el slogan repetido hasta el cansancio por autoridades universitarias, gobiernos y organismos empresariales, y de la mano de ese grito de guerra han impuesto exámenes de admisión que lo único que han logrado es excluir a millones de estudiantes de su derecho a la universidad y en el camino hacer jugosos negocios con ello. Las cifras no dejan lugar a dudas, tan sólo en el 2019 de un total de 250,692 aspirantes que presentaron el examen de ingreso a la UNAM, sólo 23,324, fueron aceptados, esto es el 9.3%.[3] En el mismo sentido cabe resaltar que la probabilidad de ser aceptados en la universidad decrece según el ingreso, por ejemplo, mientras que un aspirante cuyo ingreso familiar es de menos de 2 salarios mínimos tiene 12% de probabilidad de ser aceptado, por su parte, un aspirante cuya familia tiene un ingreso superior a los 10 salarios mínimos tiene una probabilidad de ser aceptado del 23%. El carácter discriminatorio, de clase y antipopular de los mecanismos de ingreso a la universidad es evidente.[4]
La evaluación que supuestamente permitiría definir quiénes son esos mejores que deben entrar a la universidad alcanzó a la labor docente. La creación, en los ochenta, del Sistema Nacional de Investigadores (SIN), los mecanismos de deshomologación salarial, la disminución del salario base y el aumento de los ingresos vía productividad laboral, han terminado por, bajo el argumento de la evaluación curricular, mermar sus condiciones de trabajo, desorganizar y controlar políticamente a los docentes.[5]
La precarización a la que hoy se ven sometidos la mayoría de las y los profesores universitarios ha sido lograda bajo argumentos supuestamente académicos que privilegian el mérito y olvidan los procesos sustantivos de enseñanza aprendizaje, así como las condiciones dignas en las que debería llevarse a acabo la docencia. El argumento del mérito académico tal cual se ha aplicado y que pretende evaluar a aspirantes y profesores es falso, sólo ha servido para negar el acceso a la educación a los primeros y precarizar el trabajo de los segundos.
A lo anterior se añade un modelo neoliberal de la educación, que para no dejar lugar a dudas es un modelo capitalista. Bajo el modo de reproducción social centrado en el capital la educación sirve, al menos, como mecanismo de reproducción de la fuerza de trabajo y como instancia para la reproducción ideológica. En los mejores momentos del capitalismo, que pasaron para no volver, la educación servía también a ciertos sectores sociales de ciertos países, como mecanismo de prestigio y crecimiento en la “pirámide” social.
Con la cara neoliberal del capitalismo, la educación pierde esta aura de status social y de prestigio para caer en las mundanas garras del mercado. Se concibe a la educación como una mercancía más que debe ser vendida y comprada, que debe ser ofrecida libremente en el mercado por las empresas que se dispongan a ello y que busquen obtener ganancias en el camino.
La participación de la iniciativa privada en la educación superior va desde el cobro de cuotas de todo tipo, la proliferación de escuelas privadas, la reformulación de los planes y programas de estudio según los intereses de los grandes empresarios, la formación de instancias, redes y asociaciones privadas que inciden en los planes estratégicos de la educación pública, la constitución de escuelas cuya perspectiva formativa se decanta hacía la capacitación para el trabajo y no a la formación propiamente universitaria, etc. Actualmente, con la pandemia por Covid19 encima, la iniciativa privada ha ampliado su incidencia, ahora ofrece aplicaciones en la nube, plataformas de gestión de educación online y a distancia, programas de capacitación docente, etc., todo claro está a módicos precios y a pagos no tan chiquitos.[6]
Bajo la perspectiva neoliberal el trabajo docente debe tratarse como un trabajo de servicios más, por ello el acento en medir la productividad, se trata de medir el valor de los productos de la docencia y la investigación, así hay que entender la evaluación curricular y la disputa por los puntos para aumentar los ingresos. Disputa que tiene como daño colateral la fragmentación del cuerpo docente, entre aquellos que logran los puntos suficientes para incrementar su salario y los que no, aquellos que logran un nombramiento de base y los que no, entre los profesores de carrera y los de asignatura y ayudantes. Queda así profundizado el individualismo y establecida la competencia necesaria para bajar los salarios cada vez más. La precarización laboral, al bajar los costos de la fuerza de trabajo docente, permite fortalecer la competitividad del mercado educativo diría el mantra neoliberal.
IV
Con lo dicho hasta ahora esperamos aportar un poco a la comprensión de los problemas estructurales que subyacen a la falta de pagos a maestras, maestros y ayudantes en la UNAM. Habrá que levantar las banderas que nos permitan entablar la lucha por resolverlos.
Antes de concluir no quisiéramos dejar de mencionar lo que por ahora es lo más importante, es decir, conseguir que la UNAM pague ya, que las y los profes que no han recibido su salario, o lo han recibido incompleto, lo reciban ya.
Organizar fondos solidarios, colectas y rifas para obtener recursos para los profesores y profesoras que lo necesitan urgentemente, promover la discusión y análisis de los problemas de fondo, movilizarnos, bloquear, twittear, parar las clases, presionar a las autoridades, fortalecer el sindicalismo independiente, vincularse con otras y otros trabajadores, etc. Todas las formas de lucha que permitan en lo inmediato resolver los problemas urgentes de las y los compañeros maestros son claves ahora. También lo es que estas formas de lucha se inscriban en una perspectiva de mediano y largo plazo que fortalezca la organización de las y los que día a día trabajan en la formación de nuestras juventudes. Luchar hoy, luchar organizadamente, ahí está el camino a la victoria.
Referencias
[1]Centro de Análisis Multidisciplinario, Reporte de investigación especial 135. El poder adquisitivo del salario de las profesoras y los profesores en la UNAM. 2001-2021, https://cam.economia.unam.mx/reporte-de-investigacion-especial-135-el-poder-adquisitivo-del-salario-de-las-profesoras-y-los-profesores-en-la-unam-2001-2021/
[2] Vid. Ley Orgánica de la UNAM, http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/158.pdf
[3] Según datos de Demanda e ingreso a la licenciatura, http://www.estadistica.unam.mx/series_inst/index.php
[4] “El examen y sus resultados”, El Torito, edición especial No. 7, noviembre 2020, https://www.periodicoeltorito.org/post/el-examen-y-sus-resultados
[5] “Docencia universitaria: Evaluación curricular y control político”, Palabras Pendientes, No. 11, Noviembre 2011, https://www.periodicoeltorito.org/post/docencia-universitaria-evaluaci%C3%B3n-curricular-y-control-pol%C3%ADtico [6] Para un panorama sobre el proceso de privatización de la educación superior puede verse Palabras Pendientes, No. 11, noviembre 2021. Disponible para su descarga gratuita aquí: https://edicionestor.com/tienda/ols/products/la-disputa-por-la-educacion-superior
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