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Trabajadores y patrones. Una reconciliación imposible

Número 30, Año 6, marzo, 2019

No sabemos ustedes, queridos lectoritos, pero cuando el árbitro de un partido de futbol (o si quiere de basquetbol) ha pitado de manera sistemática en nuestra contra, dándole toda cantidad de ventajas a nuestro oponente y de pronto en un arranque de civilidad nos invita a la reconciliación no importándole lo que hayas perdido; lo primero que a uno le pasa por la cabeza es un ¡no mame, señor árbitro! Hace unas semanas, al jefe de la #4T le pareció que una manera sencilla de solucionar las huelgas que se han levantado en distintos puntos del país es llamando a los obreros a no ser mala onda con las empresas, que la recuperación del salario no se hará de la noche a la mañana y otras linduras por el estilo. Una ternurita, pues. En síntesis, les pide a los trabajadores del campo y de la ciudad, principalmente a los que legítimamente se encuentran en huelga (el instrumento más efectivo y quizá el último que les queda a los trabajadores) que no se aceleren, que pueden aguantar un poquito más, que los cambios no llegan de la noche a la mañana. Podríamos estar de acuerdo con esto último, de no ser por que a 100 días de iniciada la 4T, la balanza sigue inclinada del lado de la patronal. En su informe de 100 días nos dice el señor presidente: "La Presidencia de la República no tiene partido ni privilegia a dirigentes o representantes de sindicatos, organizaciones sociales o grupos de intereses creados" y esto puede sonar bastante ecuánime con la imagen que ha tratado de forjarse desde el inicio de su gestión, sin embargo, su partido Morena en las cámaras se ha encargado de trabajar el marco jurídico que le permitirá al gobierno de la 4T militarizar el país con la puesta en marcha de la Guardia Nacional; y por otro lado, haciendo honor a la verdad, ha privilegiado a uno de los grupos de interés más grandes del país: el empresariado burgués mexicano y trasnacional. ¡Claro es un gobierno para ricos y pobres! No está demás decir que cuando dice que: "[…] sin retórica o demagogia, existe la determinación de mandar obedeciendo […]" no nos cabe la menor duda de que a quien obedece es a los ricos y que mandará sobre los pobres, las cartas ya estaban marcadas desde antes, ¿recuerdan? Vale recordar, también, que en el sistema económico bajo el que sobrevivimos, los pobres somos los que producimos y hemos producido la riqueza de las naciones y la nuestra no es la excepción. Desde que el neoliberalismo es amo y señor en tierras mexicanas, los trabajadores del campo y la ciudad fueron los primeros en sufrir sus consecuencias, la capacidad adquisitiva del salario se fue a los suelos. Si de por si, el salario representa apenas una pequeña parte que se nos retribuye por lo que producimos y el resto se lo queda el patrón, durante los 40 años de neoliberalismo, esta situación se profundizó dramáticamente: los pobres se volvieron miserables y los ricos se volvieron millonarios. En este marco general se dan las declaraciones del jefe de la 4T, sobre el salario y su llamado a los trabajadores que como siempre, enfrentan a una patronal reacia a ceder un solo centavo del gran robo que perpetra.


En su discurso de 100 días, agregaba que no dejaba de sentirse orgulloso por el aumento de 16% al salario mínimo, "[…] incremento nunca antes visto en los 36 años del periodo neoliberal". Un aumento acordado entre los empresarios neoliberales y los representantes charros y neo-charros de los trabajadores. Pero lo que no nos dice, es que ese 16% apenas representa nada en relación a lo perdido: 80.08% desde 1987 según cifras del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM.

Llegado a este punto y con lujo de... cómo llamarle... sobrada confianza, nos dice que esta nueva política laboral de recuperación del salario "[…] no puede rendir frutos espectaculares de la noche a la mañana […]" y disculpen si desentonamos con el ánimo de su gobierno, pero no es nada espectacular vivir sin tener el dinero necesario para adquirir, ¡no ya la canasta básica alimentaria completa!, si no a apenas lo mínimo para no morir de hambre. Eso sí, vivir así es una acto heroico, y de heroísmos, nuestro pueblo da sobrados ejemplos a lo largo de la historia, sobre todo cuando se trata de luchar por una vida digna, aún a costa de falsas esperanzas y cuartatranformaciones que se le pongan enfrente. Por último, el llamado que hizo el presidente a inicios de mes de marzo, de que "[…] se actúe con mucha responsabilidad, que al mismo tiempo que se aumenten los salarios se piense en cuidar la situación económica de las empresas, que haya ese equilibrio [...]", a los trabajadores insumisos que como buenos aguafiestas deciden hacer huelgas y no pedir permiso para luchar por lo que les pertenece; nos habla del desconocimiento que tiene de la historia del movimiento obrero o quizá hasta podríamos aventurar un poco de ingenuidad en sus dichos, pero sería concederle mucho a una sola persona. Tal vez su arenga a los trabajadores tenga que ver más con los pactos de paz que tiene con el empresariado burgués; pues para el gobierno de la 4T mantener a los trabajadores tranquilos, sin hacer desmanes ni alterar el orden, es fundamental para garantizar las inversiones para el desarrollo del capitalismo neoliberal en nuestro país. Lo que si tenemos claro, estimados lectoritos, es que el gobierno de la 4T intentará reconciliar a las partes, no importándole las condiciones de desigualdad en la que se encuentran trabajadores y empresarios; intentará la reconciliación aún a costa de sacrificar las expectativas hechas a los trabajadores, y esto por la sencilla razón de que en el capitalismo es imposible reconciliar lo irreconciliable. ¿Y fuera del capitalismo?

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